Estaba pasando el rato en el parque con mi hermana y una amiga, sentadas en el césped, contándonos chorradas típicas de niñas de 15 años.
Se acercaron unos chicos a decirme lo guapa que era y , de buenas a primeras, se abalanzaron sobre mí para que uno de ellos pudiera besarme.
Recuerdo a mi hermana diciendo mi nombre repetidas veces. A mi amiga intentando quitarme a los tíos de encima.
Mientras, yo me retorcía para evitar que me besara.
Afortunadamente, pasó alguien, por aquel entonces conocido.
Les dijo “eh, Dejadla en paz” y en ese momento me soltaron.
Se fueron riéndose.
A pesar de que mi respuesta a sus insinuaciones siempre fue un no, la respuesta de otro hombre fue lo que les frenó.
Desde ese momento, ese conocido pasó a ser amigo, aunque quizás él ni lo recuerde.